El modo de acompañar y conducir las comunidades cristianas, ha cambiado repentinamente y sin aviso, en estos dos últimos meses; las medidas de resguardo contra la Pandemia, especialmente el distanciamiento físico, (mal llamado social, puesto que la prohibición de tocarnos no puede ser una excusa para no practicar la sociabilidad y la solidaridad) han cambiado de manera radical y en algunos casos brutal, el modo de relacionarnos con las comunidades en las parroquias, hemos salido a explorar las redes sociales, la Semana Santa tuvimos que celebrarla online, a pesar de todos los elementos sensibles y presenciales que las celebraciones de esos días contemplan.
Ha sido un tiempo de aprendizaje de nuevas formas de oración y de nuevos recursos para mantener viva la esperanza, ha sido un tiempo de respuesta fiel de muchos, y un tiempo también de aprendizaje de formas nuevas de consuelo en la desolación, especialmente en lo que toca a la visita de los enfermos, el requerimiento del Sacramento de la Reconciliación, y especialmente los Responsos.
Un tiempo de experiencia, de descubrimientos, de hacer y hacerme la pregunta por el sentido de todo lo que estamos viviendo, para anunciar a Cristo Resucitado, vivo y presente, acompañando a los enfermos, sosteniéndonos en las angustias, para invitar a transitar confiados en él como Pastor a través de “Las oscuras quebradas del valle de la muerte” (S 23)