A principios de este año, nuestro querido corresponsal, “Don Pedrito”, Pedro Arellano Barros, celebró junto a su familia y algunos amigos, sus cien años. Motivo más que suficiente para dar gracias a Dios por la vida de este sencillo y gran hombre.
Hijo de Don Pedro y la Sra. Carmen, nació en Valparaíso el 15 de enero de 1922, es el mayor de 4 hermanos: Gastón, Alicia y Aroldo. Siendo niño su familia se trasladó a tierras maulinas, tiempo en que comienzan los hermosos recuerdos de Don Pedrito. Quien muchas veces nos ha deleitado y entretenido con tantos relatos y anécdotas que conforman su historia.
Siendo muy joven se enamoró y casó con doña Guacolda Rosa Valderrama, junto a quien formó su propia familia en un matrimonio que tuvo la dicha de celebrar por más de 60 años. De esta unión nacieron sus 4 hijos: María Cecilia, Augusto Armando, Marcelo Eugenio y Maura Alicia. De quienes llegaron 15 nietos, 12 bisnietos y 5 tataranietos.
Entre sus muchos oficios Don Pedrito destaca que en su juventud trabajó en un taller de autos, otro mucho tiempo como camionero que le permitió conocer Chile, vendedor de diversos productos y conductor de buses. Siempre busquilla, para que a su familia nunca les faltara nada, por lo que, en su relato siempre agradece a Dios el haber sentido ese abrazo, la mano amiga y protectora de su Señor que nunca lo abandona.
Entre los muchos relatos de Don Pedrito, nos contó de sus primeros años, cuando siendo pequeño, su mamá lo llevó a la parroquia Corazón de María, allí recuerda que, entre juegos con sus amigos, asistió a sus primeras misas, se preparó para la Primera Comunión y Confirmación, “todo eso salió junto”, dice él.
En este tiempo fue naciendo en Don Pedrito un cariño y respeto entrañable por la Virgen María, en especial la Carmelita. Dice: “entre mi mamá, la catequista y el párroco de la época, me enseñaron a rezar el Rosario, era muy largo, pero me gustó y nunca más lo olvidé”. Cabe señalar que, su Rosario diario, es el hábito que, pese a las exigencias laborales y preocupaciones por la familia, nunca dejó de practicar, hasta ahora, en sus años dorados, el rezo del Rosario ha sido su permanente consuelo y fortaleza, que le ha ayudado a afrontar pérdidas de seres queridos como su Guacolda amada, la partida de grandes amistades. Así es como también en el rezo del Rosario ofrece al Señor y a la Virgen, sus dolores y el cansancio de los cien años que el buen Dios le ha regalado.
Al celebrar estos cien años, para Don Pedrito y su familia todo el cariño y gratitud de nuestra red de corresponsales y del Obispado en general.
Gracias por su entrega desinteresada, por comprometerse con el Periódico Buena Nueva 45 años como suscriptor y por más de 20 años como corresponsal, llevando mensualmente la Buena Nueva a las “chiquillas y chiquillos” de su grupo de oración diaria. Hoy por sus años y limitaciones de salud ya no puede salir a repartir la Buena Nueva, pero mensualmente pide a sus hijos que se la lleven.
Gracias Don Pedrito, por compartir su vida, vivencias y experiencia con tantas personas, por su cariño por la Buena Nueva y por incluirnos en sus oraciones, así como también regalonearnos con dulces y galletas. Un abrazo gigante y que siga la celebración por su vida junto a nosotros.