Queridos hermanos:
Como sabemos, este Mes de la Patria será diferente.
Las restricciones sanitarias impedirán la asistencia de las familias a las ramadas, con sus tradicionales bailes, comidas y juegos.
Los millones de chilenos que habitualmente salen de Santiago para visitar a sus familias o de vacaciones, esta vez no lo podrán hacer. Se quedarán en casa como ha sido la tónica de este año, para que juntos podamos salir de esta crisis, ya que nadie se salva solo.
No tendremos la Parada Militar ni los desfiles en las Plazas de Armas de nuestros pueblos y ciudades. Tristemente no tendremos la Cantata del Carmen ni la hermosa Procesión del Carmen por nuestras calles en la que honramos a la Madre y Reina.
Así, con dolor y pena podríamos enumerar otros signos tan característicos que no se podrán repetir este año.
Sin embargo, habrá algo que no faltará.
Será nuestro momento de Oración por Chile, nuestro tradicional Te Deum, que ciertamente no será presencial, pero brotará con renovada fe y esperanza del corazón agradecido y creyente de millones de chilenos y chilenas que daremos gracias a Dios y pediremos por nuestra amada tierra que nos vio nacer.
El 18 de septiembre del 1811, a solicitud del General Carrera, se ofició en la Catedral de Santiago la liturgia de Acción de Gracias por la gesta libertaria que había comenzado un año antes, con la instauración de la Junta de Gobierno, primer paso en el camino de la emancipación del rey de España.
A partir de entonces, jamás la Patria ha dejado de elevar su plegaria al Señor en esta fecha tan cargada de significado, en circunstancias muy diversas, de dolor y de gozo.
Este año no será la excepción. A pesar de no poder asistir a nuestros templos, este 18, en cada rincón de la Patria, en cada altar y en cada hogar, elevaremos nuestros corazones al Padre Dios por Chile. Hoy más que nunca.
Sí, hoy la Patria necesita más que nunca de nuestra oración.
En primer lugar, por la situación de salud. A esta altura del año, son más de 10 mil los chilenos que han perdido la vida por el COVID. En el Maule son más de 300. A ellos debemos sumar los miles que se contagiaron y pudieron, a Dios gracias, superar la enfermedad.
Somos testigos de la enorme aflicción de estas familias, el desconsuelo de la pérdida del ser querido, muchas veces en condiciones de soledad en una sala de UCI en un hospital.
Por el eterno descanso de estos hermanos y por el consuelo cristiano de sus familiares, elevaremos nuestras plegarias al Señor, Juez y Padre de Misericordia.
Pero junto a la angustia y desolación por la enfermedad, hemos visto también en estos meses innumerables actos de heroísmo y de amor desinteresados. Desde el personal sanitario que ha estado en la primera línea, arriesgando su propia vida para acompañar, consolar y en lo posible sanar, a sus enfermos, de día y de noche, sin descanso ni tregua. Para ellos nuestra admiración, reconocimiento y oración agradecida.
Otro tanto se debe decir del personal de los Hogares de Ancianos y de los familiares en sus casas, que han estado junto a sus enfermos vigilando con una fidelidad llena de amor.
Más allá de los hospitales, debemos agradecer y orar por aquellos que han estado trabajando silenciosa pero muy eficazmente para que la vida pueda continuar con relativa normalidad.
Desde los que han permitido tener el pan en nuestras mesas diariamente, los que las han transportado, los que cuidan del orden y seguridad, los que limpian las calles, los que con enorme creatividad han seguido enseñando a nuestros niños y niñas, los que siguen al pie del cañón en tantas actividades vitales. Para ellos nuestra gratitud y oración en reconocimiento de que han vencido a la muerte con los anticuerpos del amor.
Finalmente, la Patria necesita de la oración perseverante y unánime de sus hijos e hijas por el presente y futuro de la Nación.
Desde octubre del año pasado nuestro país gime con dolores de parto para engendrar una sociedad mejor, más justa, más fraterna, más solidaria, en definitiva, más humana y más conforme al querer de Dios.
A Dios gracias como sociedad hemos diseñado un itinerario democrático para encauzar este proceso tan complejo y de tantas aristas, camino no exento de incertidumbres y de tensiones sociales.
Es el camino de la reforma o elaboración de una Nueva Carta Constitucional, según sea la decisión de la mayoría en el Plebiscito de octubre.
La Iglesia, Madre y Maestra, tiene una palabra que aportar en este debate. Creemos, desde la fe en Jesucristo, que el cuidado y la promoción de la persona debe ser el centro de todo proyecto social.
El hombre es el camino de la Iglesia, dijo San Juan Pablo II.
Por ello queremos promover el fortalecimiento de la familia, de la vida desde su origen hasta su muerte natural, los derechos humanos, la justicia social, la libertad, la solidaridad, entre otros valores fundantes.
Anhelamos que seamos capaces de configurar un sistema social éticamente justo, económicamente viable y ecológicamente sustentable. Ello sin caer en las utopías, populismos y los proyectos ideológicos que ya han fracasado en el mundo largamente durante el siglo XX y que tanto dolor han traído a la humanidad. Del mismo modo rechazamos la violencia en todas sus formas, los abusos, la explotación, la corrupción, entre otros males a combatir.
El camino que empezamos a recorrer en octubre del año pasado no será inútil si somos capaces de encontrarnos como hermanos para construir esa Patria que soñamos, en paz, justicia y fraternidad.
No es fácil, lo sabemos. Pero es posible. Ello requiere de sabiduría, de respeto por las ideas del otro, de creer en el dialogo, con paciencia y tolerancia, en definitiva, de amor por Chile que nos permite perder para ganar, ceder para construir juntos un hogar para todos.
Por ello, hoy más que nunca debemos orar al Padre Dios por Chile.
Dar Gracias por lo recibido, que es mucho, y pedir el Espíritu Santo, para que una vez más, nos guie en estos momentos de confusión, violencias y divisiones fratricidas.
Todo esto se lo vamos a pedir a nuestra Reina y Madre, la Virgen del Carmen, en este Mes de Oración por Chile.
Felices fiestas Patrias,
+Tomislav Koljatic