Queridos hermanos:
Desde los primeros días de marzo se han empezado a sentir las consecuencias humanas, espirituales, económicas y sanitarias de esta emergencia que no solo nos tomó desprevenidos, sino que sin respuestas.
Ya van miles de contagiados, muchos sin síntomas incluso, atacando a jóvenes y adultos a todo lo largo del país.
Han sido semanas de pronósticos, cuantos serían los contagiados y fallecidos y cuantos serían los desempleados y las pérdidas económicas de ricos y sobre todo de pobres. Muchos de estos han fallado. Otros han andado más cerca.
Pero también muchos hablan de cómo va a cambiar nuestro modo de vivir. Cómo será la educación, el trabajo, la vida familiar, la evangelización.
Son preguntas abiertas y hay muchos que se animan a predecir esta “nueva normalidad”.
Sea como sea, los cambios vienen y serán inmensos.
Esperamos con incertidumbres, con temores, con proyectos y sueños. Pero en todo, esperamos con esperanza.
Dios va con nosotros. Él, es el Señor no solo de nuestras frágiles vidas, que hasta un diminuto ser vivo lo puede llevar a la muerte sin escape posible, sino también es el Señor de la Historia, de toda historia, la pequeña, individual y familiar y la del mundo entero.
Entonces, los cambios que llegaron para quedarse y los que vendrán, están en el corazón de Dios. Y por eso escuchamos una vez más al Señor Resucitado: “No teman! Yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo”.
Nos vamos preparando a Pentecostés, a recibir el Espíritu Santo “que hace nuevas todas las cosas”.
Que el Espíritu nos consuele, nos fortalezca y nos anime a caminar por estas sendas nuevas movidos por la fe, la esperanza y la caridad.
Dios les bendiga y seguimos cuidándonos para así cuidar a los demás, especialmente a nuestros seres queridos.
Bajo el amparo de María,
+Tomislav Koljatic M.
Obispo de Linares