Corrían los años 50 cuando en una localidad rural, apacible, tranquila y rodeada de naturaleza habitaban familias emparentadas y con muchos factores en común: apellidos, intereses, actividades laborales agrícolas, sanas entretenciones, caminos polvorientos con pozas de agua que dificultaban el transitar de los niños para llegar a la única Escuela del sector quienes debían caminar muchos kilómetros soportando el frío extremo del invierno y el calor abrasante del verano. Yo era uno más de aquellos pequeños, sencillos y humildes que por el atraso de la época resultaba difícil aspirar a continuar estudios medios o secundarios como se llamaban en ese tiempo ni menos soñar con estudios superiores, sin embargo, en esa simpleza, éramos muy felices y aprender a leer y escribir era el logro máximo al que se aspiraba para poder combatir de mejor manera las carencias de vivir en un mundo donde el acceso a mejores posibilidades era casi imposible.
Si bien no había comodidades, sí abundaba el espíritu fervoroso de los feligreses que cada domingo se reunían en una parte de la casona del sector que había sido habilitada como iglesia para congregarse en torno a la fe.
Allí, en aquel lugar, quedaron guardados los más gratos recuerdos de mi infancia, allí conocí a Jesús, desde que comencé a tener memoria mis padres me llevaron a la iglesia, allí hice mi primera comunión y saboreé la más rica leche con plátano que jamás en mis 76 años, he vuelto a saborear y que con tanto cariño preparaba la Sra. Hilda Cifuentes, QEPD para todos los niños que asistíamos al catecismo, a la misa del domingo y a las actividades de navidad. Desde ese sagrado lugar se sacaba la imagen de la Virgen en procesión y era instalada en distintas casas para venerarla cada domingo. Allí asistí a las novenas y aprendí a rezar el rosario junto a mi amada madre.
Al terminar la década de los 50, la población comenzó a crecer, aunque aún la natalidad y la mortalidad eran muy altas por las precarias condiciones de vida de la época.
Me hice adolescente y continué creciendo en mi fervor religioso, tanto así que me hice acólito del padre de la parroquia San Miguel Arcángel de Colbún, el padre, QEPD, Enrique Wolkorte a quien le ayudaba con mis 10 años en la misa de domingo.
Comenzaba así la década de los 60, cuando un día se dio una gran noticia: Se construiría la Capilla en el sector de El Llano, sería edificada en los mismos parajes donde tantas veces jugué desde niño. Los cimientos de la casa de Dios se construirían sobre ese Llano cubierto de piedras, romerillos y otros arbustos que hasta ese entonces habían servido para jugar a las escondidas, al fútbol o simplemente para sombrear cuando arrasaba el calor abrazador del verano. Era, sin lugar a dudas, una excelente noticia ¡La iglesia se construiría muy cerca de mi casa!
Desde el primer día que se iniciaron las faenas de construcción estuve presente en la obra como buen niño observador e inquieto, recuerdo al maestro Orellana y a otros vecinos que participaron en la concreción de la nueva casa, cada día iba adquiriendo más forma, fue una gran felicidad, así nacía La Capilla Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, la cual ya tiene más de 6 décadas de existencia.
Nuestra querida capilla no tiene en cuenta cuantos bautizos, matrimonios y sacramentos de primera comunión y confirmación se han realizado en ella. Visitas ilustres que nos han honrado con su presencia. Como no recordar al extinto obispo emérito don Carlos Camus, QEPD o a los sacerdotes: Pablo Sykora y Wilbur Lee Davis, siendo este último quien, además de su compromiso diocesano, también realizó un gran compromiso social con la comunidad, colaborando arduamente en que la villa Santa teresita de los Andes en Maule Sur fuera una realidad. Hoy una calle de la villa lleva su nombre y 40 familias el agradecimiento a la labor y el compromiso social del recordado y querido padre Willy, como cariñosamente le conocíamos.
A inicios de los años 90 nuestra capilla recibió muchas misiones evangelizadoras que inyectaron alegría en las reuniones, talleres y actividades celebradas en su interior donde los niños y los jóvenes tenían gran participación.
Muchas personas han apoyado para mantener viva la fe, la esperanza y el espíritu católico, participando en diversas actividades de compromiso para con nuestra capilla. Una de ellas ha sido la Sra. Honorinda Gutiérrez, quienes muy pocos conocen por su nombre de pila, pero sí muy conocida por el cariñoso nombre de “Sra. Lolo”, quien ha dedicado gran parte de su vida a mantener activa la capilla, predicando con su propio ejemplo en la encomendación de responsabilidades que realizó motu propio. Siempre preocupada de hermosear la Iglesia para la celebración de la misa del segundo domingo de cada mes, recorrer kilómetros a pie para recolectar el 1% y entregar el periódico Buena Nueva, etc. Sin lugar a dudas, luchadora incansable a quien la comunidad católica del sector mucho le debe.
Hoy la Sra. Lolo está pronta a cumplir 84 años, su delicado estado de salud no le permite seguir participando de la forma activa como siempre lo hizo, pero su preocupación por la vida de la capilla se mantiene intacta. Su última obra tangible ha sido la coronación de su anhelado sueño: la construcción de una cocina en el ala externa sur de la capilla “para atender”, según su decir, a los feligreses que lo requieran y de forma digna, como corresponde, en ocasiones que lo ameriten tales como: Velorios donde nuestra capilla ha estado siempre abierta a la comunidad. Honrando su compromiso constante, la cocina ha sido inaugurada con una inscripción que señala “el agradecimiento a nuestra querida Sra. Lolito” y a su familia.
Otra vecina entrañable que participó muy activamente en nuestra capilla fue la Sra. Edulia Gutiérrez, QEPD, fallecida recientemente y quién este año habría cumplido 96 años, muchos de los cuales, dedicó a transmitir la fe católica a muchas generaciones. Sabía muchas oraciones, convirtiéndose en una figura icónica del vía crucis, cada Viernes Santo porque ella trasladada en una camioneta y al aire libre realizaba con gran devoción el tortuoso camino de Jesús a través de las 13 estaciones con las oraciones extendidas, rememorando los diferentes momentos desde el padecimiento hasta la crucifixión de Cristo. Ella partió a los 93 años dejándonos dejó un gran legado que es transversal a todas las generaciones que la conocieron.
Hoy, con más de 7 décadas de experiencias vividas, puedo relatar también cómo mi historia personal continúa siendo marcada por mi querida capilla, siempre tendré en el recuerdo la despedida de mis padres, longevos ya, el día de su funeral con la misa de despedida, la cual sentí muy calurosa por parte de la comunidad, como agradeciendo el gran espíritu religioso que ellos manifestaron durante toda su vida. En la actualidad habrían tenido más de 100 años y confieso que de adulto añoro tanto el rezo del santo Rosario en las novenas, principalmente durante el mes de María, ellos ya no están, pero la devoción queda intacta y aunque antiguamente se estilaba a realizar esta hermosa costumbre en las casas donde se adornaban altares en torno a los cuales se congregaba la familia, hoy me gusta mucho asistir a mi capilla donde cada año, con excepción del primer año de pandemia, se reza el mes de María al cual acuden los vecinos (as) de manera sagrada a partir del 08 de noviembre hasta completar el mes el día 08 de diciembre, el cual concluye con una pequeña celebración en una salita habilitada para ocasiones especiales a un costado de nuestra capilla y que es obra de nuestra querida señora Lolito. Inevitablemente el aroma del compartir me traslada a mi niñez y a la felicidad del catecismo, del día de mi primera comunión, de la procesión de la Virgen, de la misa del gallo y tantos otros recuerdos cargados de emociones que me embargan de nostalgia y a la vez confirman mi fe católica.
Los tiempos cambian, el fervor popular también, es un tema que como católicos nos preocupa, pero mientras “queramos a Dios en nuestras leyes, en las escuelas y en hogar”, como dice el himno, y contemos estos relatos cronológicos a las actuales generaciones se contribuirá a mantener la fe viva y la esperanza de que la Capilla Perpetúo Socorro de la pequeña localidad de El Llano siempre será un lugar de encuentro con nuestro pasado, presente y futuro religioso.
Resulta muy reconfortante rememorar momentos tan especiales vividos en nuestra capilla a lo largo de mi existencia en este resumido recuento a través del tiempo. Quisiera terminar narrando uno de los últimos eventos protagonizado en nuestra querida capilla, esto ocurrió el sábado 19 de noviembre de 2022, cuando la comunidad se congregó en una emotiva misa de acción de gracias celebrada por el padre Mario Agurto para alabar el trabajo eucarístico y el embellecimiento físico de nuestro lugar de encuentro espiritual. En aquella ocasión nos acompañó nuestra querida Sra. Lolo y su familia quienes recibieron un sencillo, pero merecido homenaje a la labor cumplida y a la entrega por nuestra capilla. También se le hizo un reconocimiento a la Sra. Edulia Gutiérrez, QEPD, representada por sus hijos quienes se emocionaron mucho al evocar el legado religioso de su madre.
El tiempo ha pasado muy rápido y sin darnos cuenta de nuevo estamos reunidos en torno a la imagen de nuestra madre, la Virgen María, quien nos convoca además de rezar, alegrar y dar vida por un mes a nuestra capilla. Y, aquí estoy Yo, para seguir participando en los años venideros de la emoción de seguir transmitiendo la fe y la efervescencia religiosa a mis actuales y futuras generaciones hasta que Dios y la Virgen dispongan otra cosa.