. . .

Queridos hermanos:

Estamos concluyendo un año que podríamos llamar de transición. 

Atrás va quedando la terrible experiencia de la pandemia del COVID que nos sorprendió y amenazó de un modo no conocido antes por nosotros, que trajo dolor y muerte a tantos, que nos obligó a encerrarnos en nuestras casas para cuidarnos, estudiar y trabajar, que cerró nuestros templos y detuvo las tareas pastorales presenciales, salvo los comedores solidarios, y que nos obligó a expresar nuestra fe y a orar en formas nuevas, especialmente digitales y a distancia.

Hoy, todo eso nos parece ya lejano y casi olvidado.

A lo largo de este año 2023 hemos visto como los feligreses han vuelto masivamente a los templos, los grupos de catequesis han retomado sus actividades con tanta o mayor fuerza que antes, las comunidades de adultos mayores se vuelven a encontrar ya sin miedos, las tareas de solidaridad florecen en los comedores y la atención de las personas, y ahora en estos días del Mes de María nos hemos reunido en torno al altar de la Madre, llenándonos de alegría, esperanza y comunión. 

De todo esto damos gracias al Señor. 

Sin embargo, en este año no hemos vuelto sin más a lo mismo de antes. Han surgido nuevos desafíos, nuevos problemas nuevas amenazas que nos preocupan profundamente como personas y como sociedad. 

Particularmente hemos visto el aumento de la violencia homicida en el mundo, con las guerras de Ucrania, en la Tierra de Jesús y otras terribles guerras olvidadas, la persistencia de la violencia en la macro zona sur, el aumento explosivo de una delincuencia inhumana y cruel ligada al narcotráfico que no conocíamos en el país.

La difícil situación económica, política y social que todavía nos acompañan, la crisis educacional agravada por los años de la pandemia, el debilitamiento sostenido de las familias y del sentido de la autoridad, van configurando un panorama preocupante y complejo que a muchos los tiene perplejos e incluso sin esperanzas. 

Crece la sensación de que no somos capaces de encontrar caminos eficaces de diálogo social que nos permita avanzar en resolver estos y otros graves problemas y que, por el contrario, estos se agudizan.

Aumenta el temor, la incertidumbre, la desesperanza, especialmente entre los jóvenes escépticos ya de toda institución y de todos los líderes. 

Esto nos lleva al núcleo del problema. ¿Cómo podemos encontrar esa luz que necesitamos para no caer en la falta de horizontes y de sentido para la vida? 

Desde la fe en el Dios de la historia revelado en la Biblia, nuestra respuesta es una sola. Solo en Cristo encontramos esas Palabras de Vida eterna que anhela nuestro corazón, esa luz que nos ilumina, esa paz que necesitamos. 

Creo que el sentido de la Navidad es hoy más necesario que nunca. Necesitamos de esta pausa en el agobio de nuestro tiempo. Necesitamos esa luz que viene de lo alto para iluminar nuestros pasos, para mostrarnos horizontes nuevos, de que un mundo mejor es posible.

Necesitamos experimentar la cercanía de Dios que manifiesta que el amor es más fuerte que el odio, la misericordia más que la venganza, la solidaridad más que la indiferencia. 

Navidad nos hace presente esa plenitud de los tiempos en la cual el Hijo de Dios, por amor a nosotros, se despoja de su condición gloriosa para hacerse uno de nosotros, igual en todo menos en el pecado. 

Al nacer de María en Belén, Jesús nos revela que tenemos un Padre común y por ello somos hermanos llamados a formar una única familia humana. 

Quisiera invitarles a tomar muy en serio el tiempo litúrgico que estamos viviendo. El adviento es la invitación preparar nuestro corazón para recibir al Niño Dios que viene a nosotros de manos de su Madre. 

Recordemos que en Belén no había sitio para la Sagrada Familia. Los vecinos estaban tan ocupados y ajetreados que no los vieron tocar sus puertas pidiendo un lugar para dar a luz al Divino Niño. Que no nos ocurra eso a nosotros. Que lo podamos esperar y recibir gozosos en nuestro corazón, en nuestras familias, en nuestra Patria.

¿Cómo? Pues ya lo sabemos. 

En la oración más intensa, de mejor calidad, en la escucha diaria de Dios en su Palabra y en los acontecimientos.

En la atención amorosa al que está junto a nosotros, para que podamos reconocer a Jesús en el pobre, el abandonado, el necesitado, el enfermo, el que viene de otras tierras. 

En la sobriedad de vida en este tiempo caracterizado por el consumo y los gastos excesivos. 

En Navidad los primeros invitados a adorar al Niño en brazos de su Madre fueron los Pastores, hombres de trabajo, sencillos, humildes. Ellos fueron iluminados por la Gloria de Dios. Que como ellos podamos dejarnos sorprender por la gloria de Dios manifestado en el Niño envuelto en pañales, para que así podamos recibir esa Paz que nos trae Jesús que tanto anhelamos para nosotros, para Chile y para el mundo y con ÉL ser constructores de Paz. 

Es lo que les deseo de corazón.

Que podamos tener esa experiencia renovadora de ver nacer a al Niño Dios entre nosotros, para dejarnos iluminar y sanar por el amor de Dios. 

Junto al pesebre de José y María, los ángeles y los Pastores, les bendice con cariño y les desea una muy Feliz Navidad junto a sus seres queridos. 

+Tomislav Koljatic

Obispo

Menú

Notice: ob_end_flush(): failed to send buffer of zlib output compression (1) in /home/pbndelin/public_html/wp-includes/functions.php on line 5427

Notice: ob_end_flush(): failed to send buffer of zlib output compression (1) in /home/pbndelin/public_html/wp-includes/functions.php on line 5427