Al pensar en la dimensión humana y cristiana del trabajo en general, nos parece que la pregunta de fondo se encuentra en la siguiente interrogante: ¿Qué es lo que hace que nuestras actividades -trabajos, sean humanas y cristinas? Una posible respuesta la esbozamos a continuación:
1.- Reflexionar sobre el valor de nuestro trabajo nos remonta a los textos bíblicos sobre la creación, que dan cuenta que el Creador descansa el séptimo día. ¿Será que el acento se encuentra sólo en el descanso?, pensamos que no; toda vez que este séptimo día, en la interpretación cristiana, nos remite a un “tiempo” del ser humano. En efecto, el descanso divino, da paso a la acción de la creatura que, con su libertad y acción, se encuentra llamada por el creador a concebir sus acciones, como aquellas que completan la creación. Desde estas afirmaciones podremos concebir, entonces, que el trabajo humano es co-creadror, que nuestras acciones completan, porque Dios así lo ha querido, la obra de sus manos.
2.- El pensar en nuestro trabajo como acciones co-creadoras nos desvela una Buena Noticia; aquella Buena Nueva que se cumple en la persona y en la acción del Señor Jesús, quien, en cuanto creador con el Padre y el Espíritu Santo, reconduce la creación a su orientación original. Así lo atestiguan, por ejemplo, los evangelios, que nos cuentan que en sábado (séptimo día), el Hijo de Dios encarnado, realiza milagros, sana enfermos, manifestando de este modo la centralidad de la persona humana, como un foco importante del anuncio del Reino.
3.- Pensar o meditar en nuestro trabajo, a la luz de la figura de San José obrero, nos recuerda el valor de lo que en otro momento hemos llamado la “espiritualidad de Nazareth”, el valor a los ojos de Dios de lo sencillo y cotidiano, de aquello realizado con amor y servicio. Del mismo modo nos hace meditar en torno a cómo el fruto de nuestro trabajo, manual o intelectual, nos dignifica como personas, y cómo en aquellos frutos nos humanizamos y crecemos como seres humanos. En cada una de nuestras obras humanas, vemos reflejada nuestra propia persona y nuestras orientaciones más fundamentales. Idea que encontramos plasmada en un texto del Concilio Vaticano II que a continuación comparto:
“Pues el trabajo humano, autónomo o dirigido, procede inmediatamente de la persona, la cual marca con su impronta la materia sobre la que trabaja y la somete a su voluntad. Es para el trabajador y para su familia el medio ordinario de subsistencia; por él el hombre se une a sus hermanos y les hace un servicio, puede practicar la verdadera caridad y cooperar al perfeccionamiento de la creación divina”. (GS 67)
4.- En los tiempos actuales en que el tema ecológico se ha convertido en una preocupación central. Recordemos cómo Laudato Sí nos ha invitado a pensar lo creado, su armonía, como una “ecología integral” o como una “ecología de las relaciones humanas”; en ellas el mundo o el valor del trabajo se nos presenta como una cuestión indispensable. La intervención prudentemente humana de lo creado, se convierte desde nuestro trabajo como una forma adecuada de cuidar lo que Dios nos ha regalado. Les comparto el siguiente texto de Laudato Sí:
“Decimos que «el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social». No obstante, cuando en el ser humano se daña la capacidad de contemplar y de respetar, se crean las condiciones para que el sentido del trabajo se desfigure. Conviene recordar siempre que el ser humano es «capaz de ser por sí mismo agente responsable de su mejora material, de su progreso moral y de su desarrollo espiritual». El trabajo debería ser el ámbito de este múltiple desarrollo personal, donde se ponen en juego muchas dimensiones de la vida: la creatividad, la proyección del futuro, el desarrollo de capacidades, el ejercicio de los valores, la comunicación con los demás, una actitud de adoración. Por eso, en la actual realidad social mundial, más allá́ de los intereses limitados de las empresas y de una cuestionable racionalidad económica, es necesario que «se siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo por parte de todos»”. (LS 127)
A partir de estas ideas los invito a meditar, o a conversar, sobre el valor de nuestro trabajo, ¿Cómo éste nos humaniza?; ¿Cómo lo ejerzo?; ¿Con qué orientaciones profundas realizo mis labores?; ¿Me siento co-creador en mi trabajo? Doy a gracias a Dios por mi trabajo y rezo por aquellos que no lo tienen
- Juan Sebastián Pérez Núñez
Párroco Niño Jesús, Villa Alegre