Queridos hermanos:
El 12 de abril del año 1920 moría, a los 19 años, en el Monasterio Carmelita de los Andes, la joven Juana Fernández Solar.
Ella llegaría a ser nuestra primera santa, mundialmente conocida como santa Teresita de los Andes.
Sus Hermanas Carmelitas han querido celebrar el primer Centenario de su paso al cielo con un Año Jubilar, que comenzó el año pasado y termina el día de su fiesta litúrgica, el 13 de julio.
La pandemia no permitió cumplir el ideal de peregrinar a su Tumba en el Santuario de Auco, Los Andes, o a cualquiera de los 13 Monasterios Carmelitas Descalzas que hay en Chile, como un signo de gratitud y de fe en el Señor.
Pero podemos recordarla y celebrarla igualmente, con todo nuestro amor y devoción, desde nuestros hogares y en nuestro corazón.
¿Quién es un santo?
Un santo es un bautizado, es decir un laico o un consagrado, que llega a un muy alto grado de unión con Dios en su vida habitual.
El Papa Francisco ha dicho que “los santos son el rostro más bello de la Iglesia” donde “su vida quizá no siempre fue perfecta, pero aun en medio de imperfecciones y caídas siguieron adelante y agradaron al Señor» Gaudete et Exultate, 3.
La Iglesia, que tiene la misión de anunciar a Cristo a toda creatura hasta el fin de los tiempos, engendra estos hijos que, siguiendo la huella del Maestro, han derramado el buen perfume del amor a Dios y al prójimo en el mundo que les tocó vivir.
Es a la Iglesia la que le corresponde discernir quien ha logrado alcanzar esta corona de la santidad.
Para ello exige tres condiciones.
La primera es que el candidato haya alcanzado un grado heroico de fe, de esperanza y de caridad. Esto se estudia recogiendo los testimonios de aquellos que los conocieron personalmente, convivieron con ellos, vieron sus palabras y sus obras. Es lo que se estudia en la llamada Positio, en el Proceso de Canonización.
En segundo lugar, la Iglesia pide una cierta fama de santidad en el candidato. Esta consiste en aquel sentir espontáneo de los fieles que admiran, veneran, acuden a la intercesión del posible santo. Antes se decía que esa persona había muerto en “olor de santidad”.
Esto no es una campaña de marketing a favor del candidato. No. Es un don del Espíritu Santo que hace que el Santo Pueblo fiel de Dios diga: “en esta persona vemos la obra de Dios”. Y por eso le creemos, confiamos en él o ella, le invocamos con fe y amor.
Ya en el día de su sepultación, hace 100 años, se convocó una multitud de varios miles de fieles que querían estar presentes en la despedida de la “santa” como ya se le reconocía entre los fieles. Ella que no tenía todavía 20 años cumplidos, que había hechos sus votos solemnes de carmelita en el lecho de muerte, pocos días antes de partir al encuentro de su Amado, ya era reconocida popularmente como una mujer que había amado a Dios de un modo extraordinario.
Y la tercera condición requerida por la Iglesia es que Dios coloque su huella de manera de tener la certeza de la santidad del elegido. Esto es que el posible santo interceda ante Dios por los que le piden favores e incluso milagros, concediéndolos por su intercesión.
De hecho, así ocurrió con Teresita. Pronto comenzó a regalarle favores a sus devotos, lo que hizo que cada año recibiera en su tumba la visita de miles de fieles que acudían a rezarle para que ella intercediera ante Dios por sus enfermos, necesidades, problemas.
Los milagros oficiales de Teresita son muy conocidos, especialmente el del bombero. Se trata de sanaciones que ocurren de un modo inmediato (no de a poco), de un modo irreversible (no se vuelve atrás en la enfermedad) y que no tienen explicación científica conocida, según la opinión escrita de los mejores especialistas del mundo.
Cuando se dan estas condiciones, la Iglesia proclama que “Dios puso su mano aquí, por la intercesión del santo o santa”.
Tal vez, alguno de los lectores puede dar testimonio de algún signo recibido de Santa Teresita.
Así entonces, cuando el Papa San Juan Pablo II la beatificó en el Parque O´ Higgins el 3 de abril de 1987, ya era muy querida por los chilenos y chilenas. Pocos años después el mismo Papa la canonizó en Roma, el 21 de marzo de 1993 ante una multitud de chilenos.
Ella fue la primera santa carmelita del continente americano, y la cuarta Teresa, después de Teresa de Ávila (España), de Florencia (Italia), y de Lisieux (Francia).
¿Cómo llegó a ser santa?
Si pudiera resumirse, llegó a ser santa amando a Dios y a su prójimo de un modo habitual y heroico.
Su vida no fue fácil. Nació en Santiago el 13 de julio del 1900, en el seno de una familia relativamente acomodada, en la que gozó de momentos muy felices, junto a sus 3 hermanos y 2 hermanas, pero también de sufrimientos. Hoy en día diríamos que ella provenía de una familia disfuncional, en que su padre engañaba a su madre, terminando por separarse de ella después de la muerte de Juanita. Algunos de sus hermanos nunca la apoyaron en su camino hacia el Carmelo, y de hecho ellos nunca fueron a visitarla al Monasterio, hasta su muerte. Solo contaba con el apoyo de su mamá, de sus hermanas, especialmente Rebeca que entró al Carmelo después de su muerte, y de algunas amigas que tenían el mismo ideal que ella.
A los 14 años fue operada de apendicitis, en tiempos en que casi no había calmantes para la operación. Sus últimos años los vivió interna en su Colegio, ya que la mamá no quería que viera el mal ejemplo de su padre y hermanos en la casa.
En sus cartas relata el desgarro enorme que le significó la separación física de su familia y amistades cuando se va al Convento de Los Andes, el más pobre y sencillo de todos. Ella dice que se va al Carmelo a “orar, sufrir y amar”. Y así lo cumplió en los once meses que vivió allí.
En una palabra, ella resume su vocación diciendo: “Ese loco de Amor (Jesús) me ha vuelto loca de amor”. Su vida fue un canto de amor en medio de la pobreza, silencio y sencillez del Carmelo.
Las religiosas que tuvieron la dicha de convivir con ella fueron unánimes en señalar que Teresita solo buscaba hacer el bien, servir a los demás, acomodarse a lo que había en casa, sin reclamar por lo que no había, cumpliendo fiel y humildemente las obligaciones diarias que le correspondía realizar. No tenía ambiciones ni afán de poder. En una palabra, se hizo querer por todas.
En esta edición de la Buena Nueva, en Pág. 8, se agrega una colección de algunos de sus pensamientos, los que revelan la pasión de Teresita por Dios y la búsqueda de la santidad como la razón de ser de su vida.
La tradición de la Iglesia siempre ha reconocido que los santos son modelos de vida e intercesores. Por ello les invito a conocer más de la vida de nuestra santa, leyendo sus Cartas que son el mejor reflejo de su alma creyente y a pedirle con renovada confianza que interceda por nuestras necesidades.
Teresita eligió el Carmelo para estar bajo la mirada y protección de la Virgen María. En una de sus cartas dice. “Mi espejo ha de ser María”. En Ella buscaba encontrar el camino de agradar a su Hijo.
¡¡Hagámoslo así también nosotros!!
En la alegría de la fiesta de Teresita, les bendice,
+Tomislav Koljatic M.