
Con cantos, bailes, aromas a cazuela de campo y la calidez de las tradiciones heredadas, Pelluhue celebró el 2 de mayo una nueva versión de la emblemática Cruz de Mayo, una festividad que resiste al paso del tiempo y que, una vez más, reunió a decenas de familias en torno a la fe y la cultura popular.
La tradición que se remonta a tiempos coloniales, fue adoptada por la comunidad local desde aproximadamente 1950 gracias a doña Margarita Reyes, quien junto a sus hermanos y primos recorría los fundos vecinos entonando versos que aún hoy se conservan. Aunque en los años 60 la práctica se fue apagando por las obligaciones familiares de los más jóvenes, fue el año 1999 cuando el Grupo Folclórico Lafquenche de Pelluhue, rescató con entusiasmo esta costumbre, devolviéndole vida y sentido. Desde entonces, cada 2 de mayo, la festividad comienza en la casa del “Custodio de la Cruz”. Allí se retiran las flores y ramas secas del año anterior, que luego son llevadas al cuartel de bomberos para ser quemadas en una ceremonia simbólica donde los asistentes saltan entre las llamas gritando: “¡Que viva la Cruz de Mayo!”, a lo que otros responden: “Porotos y zapallo, pa’ que dure todo el año”. Tras el fuego, la cruz es vestida con ramas frescas de chequén y flores nuevas. Con un brindis comunitario, se inicia la procesión por las calles del pueblo, acompañada de cantos tradicionales, tonadas, cuecas y guarachas, animadas por el grupo Lafquenche. En el recorrido, vecinos esperan a los caminantes con enguindado, cleri, jugos y roscas, manteniendo vivo el espíritu de hospitalidad y devoción. Este año la jornada culminó en el recinto del Club de Rodeo Municipal de Pelluhue, donde todos compartieron una contundente cazuela de pollo de campo con pan amasado, símbolo del inicio de la siembra en la costa del Maule y del agradecimiento a la tierra por lo que vendrá. Con cada edición, la Cruz de Mayo no solo refuerza la identidad local, sino que también transmite a las nuevas generaciones el valor de la memoria y la fuerza de la comunidad. Una fiesta del alma y la tierra, que en Pelluhue sigue floreciendo cada año con renovado fervor. Edith Reyes, corresponsal.