
Queridos hermanos:
Este diciembre estará marcado por muchos acontecimientos que nos llenarán de alegría y esperanza.
En primer lugar, el nacimiento de Jesús es para el mundo entero la Buena Noticia que cambia por completo nuestra existencia y el sentido de la historia de la Humanidad.
Es la acción definitiva del Dios misericordioso que nos envía a su propio Hijo, que nace de María en el pobre pesebre de Belén, para ser el Emanuel, el Dios con nosotros.
A pesar de los sufrimientos del mundo, las guerras, los conflictos, la pobreza y la indiferencia, el mal no tiene la última palabra en la historia.
Dios ha vencido al mal y a la muerte en Jesucristo el Señor. Él es el rostro humano del Dios invisible, en el que se manifiesta el amor fuerte y compasivo del “Dios con nosotros” que nos quiere invitar a tener su Vida, la Vida plena y duradera.
Desde ya les invito entonces a aprovechar este hermoso tiempo del Adviento para preparar el corazón al nacimiento del Salvador, no permitiendo que el consumo y el agobio del fin de año nos separe de lo esencial, que es la llegada del Salvador.
Por otro lado, el Papa Francisco en Navidad abrirá la puerta santa en San Pedro, Roma, señalando así el comienzo del Año Santo que cada 25 años se celebra en el mundo entero en honor del Salvador.
Precisamente al mirar los sufrimientos y temores de la Humanidad en este tiempo, es que el Santo Padre ha querido que este año Santo lleve el signo de la esperanza, por ello el lema de este Jubileo “peregrinos de la esperanza”.
La esperanza cristiana no se basa en una actitud optimista ante la vida, ni en una confianza humana de las posibilidades del esfuerzo y talento humano, ni siquiera en el cálculo de las probabilidades de que algo ocurra.
La esperanza es una virtud teologal, es decir, es una gracia que viene de Dios y que nos permite vivir el hoy con una fortaleza sobrenatural, con la certeza de que el Amor de Dios es más fuerte que todos los males y sufrimientos presentes, y que pase lo que pase Dios está con nosotros, y finalmente podemos esperar como un don el premio de la vida eterna.
La virtud de la esperanza brota de la fe en Dios, nos impulsa a la caridad, y tiene un nombre: Jesús de Nazaret. Él es nuestra esperanza definitiva, solo en Él tenemos vida eterna, paz, salvación de la muerte y el pecado.
San Pablo nos dirá que “tenemos una esperanza que no defrauda, Cristo Jesús”.
A lo largo del próximo año iremos acompañando a la Iglesia Universal en este Peregrinar de la Esperanza con las celebraciones del Jubileo en Roma y las acciones especiales del Papa Francisco que serán oportunamente comunicadas, desde nuestras redes sociales.
Y finalmente, hemos comenzado a celebrar en el Sínodo el Año del Centenario de la fundación de la Diócesis de San Ambrosio de Linares.
Poco a poco las comunidades han ido entrando en el espíritu de esta maravillosa celebración y vemos por todas partes iniciativas y acciones nuevas que brotan desde las comunidades.
Ya hemos hecho un buen esfuerzo por mirar con gratitud nuestra historia de cien años como Diócesis, redescubriendo los hitos y las personas que han dado vida a la Iglesia del Maule sur desde los albores de la llegada de la fe a estas tierras.
Este es el tiempo de las celebraciones litúrgicas, de las peregrinaciones, de las acciones propias del centenario.
En esta línea, un hito fundamental de nuestra celebración jubilar ha sido la organización del XII Encuentro de Personas Mayores realizada en Linares durante los días 8 al 10 de noviembre.
Fueron 3 días de fiesta en la cual la Diócesis acogió a más de 730 delegados venidos de 20 Diócesis del país. Este encuentro se realizó después de 6 años de interrupción, por lo que la alegría fue muy grande de ver que éramos capaces de retomar estas acciones pastorales post pandemia. Nos queda el desafío de que después del Encuentro, nuevas comunidades de Personas Mayores surjan en las parroquias, para acompañarse, celebrar la vida y orar en comunión.
Les animo entonces a seguir caminando juntos, fortalecidos por el nacimiento del Salvador, siendo testigos de esperanza en nuestro mundo, bajo el amparo de María y San José.
Les bendice con cariño y gratitud,
+Tomislav Koljatic M.
Obispo