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Queridos hermanos y hermanas:

El mes pasado la diócesis de Linares ha vivido una experiencia muy dolorosa y triste. La inesperada partida a la casa del Padre Dios de nuestro querido hermano Ronald Fuentes Soto, Sacerdote Redentorista y párroco de la P. San Alfonso de Cauquenes.

Él nos dejó el testimonio perdurable del buen pastor que da su vida por las ovejas.

Los designios de Dios son insondables, pero siempre misericordiosos.

Por ello nos queda la paz de saber que el Padre Ronald aceptó la voluntad de Dios con mucha serenidad, entereza y fe. Se entregó en las manos paternales del Señor y confió en la intercesión de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

Nuestra diócesis le recordará siempre y le agradece su generoso servicio como párroco y en muchos ámbitos de la pastoral. En los últimos meses especialmente en la elaboración de nuestras Orientaciones Pastorales 2023-2026, que llevan su sello.

Su pascua nos pone en el tapete un tema que cada vez más es una urgencia pastoral. Se trata de la crisis vocacional que estamos viviendo en la diócesis.

En este momento no tenemos jóvenes formándose para ser sacerdotes en un Seminario, ni tampoco los hay en un camino de discernimiento, lo cual es muy preocupante.

En nuestras Orientaciones Pastorales diocesanas 2023-2026 el tema de la pastoral vocacional está muy presente. Dice en el N°17:

“En el camino del servicio a los jóvenes, las comunidades cristianas deben esforzarse por ser espacios donde las nuevas generaciones disciernan su vocación, orientándose siempre hacia la trasformación de la sociedad. En este mismo sentido, es fundamental que las mismas parroquias sean también promotoras de vocaciones a la vida religiosa y sacerdotal. La escasez de sacerdotes está afectando la vida de muchas comunidades, por lo que hay que buscar entre todos como presentar la vocación sacerdotal y religiosa como un camino válido también para los jóvenes de hoy. Es un desafío no sólo para los sacerdotes, sino para la comunidad en su integralidad, que, en suma, es la que más sufre en la ausencia de quienes asuman la tarea de la conducción pastoral”. 

En este editorial quisiera invitarles a reflexionar sobre el valor y el sentido de la vocación de consagración a Dios.

Creo que puede ayudar al discernimiento una breve reflexión sobre la vocación en la experiencia de Jesús.

La vocación en la experiencia de Jesús

 

Después de 30 años de vida escondida de oración y trabajo en Nazareth, junto a José y María, donde se preparó para cumplir la misión que el Padre le había encomendado, a partir de su bautismo en el Jordán, comenzó a anunciar que “el Reino de Dios estaba cerca” y llamando a la conversión.

El Señor sabía que esta misión de anunciar el Reino continuaría después de su muerte y resurrección, por lo que desde el principio llamó a colaboradores para estar con Él y enviarlos a la misión.

Así, en la orilla del lago, llamó a Pedro y Andrés, Santiago y Juan. Ellos dejándolo todo, lo siguieron de inmediato.  A poco andar se le fueron uniendo otros discípulos, hombres y mujeres, que le acompañaban en su misión itinerante por Galilea.

A partir de ese momento comenzó la Pastoral vocacional en la Iglesia, que no terminará jamás.

La vocación hoy

Ayer como hoy, el llamado viene de lo alto. Es Dios mismo el que elige a los que Él quiere para este servicio. Es lo que podríamos repetir con el papa Francisco, “Dios nos primerea”. Él nos amó primero, Él nos eligió, Él nos llamó y consagró para la misión.

En su elección Dios mira el corazón del hombre, no sus apariencias. Por eso cada vocación es un misterio, es un don, es un regalo que somos libres de aceptar. De allí el joven rico que prefirió sus cosas al seguimiento de Jesús. La vocación no es un derecho que uno puede exigir. Es la respuesta libre a la llamada del Señor en la iglesia.

Hoy como ayer las condiciones del seguimiento son exigentes. El que no deja padre y madre no es digno de mí, dice Jesús. El Hijo del hombre no tiene un lugar propio donde reclinar la cabeza. El que mira para atrás, no es digno de mí. El que quiera ser mi discípulo, tome su cruz y sígame.

Cuando ya eran multitudes los que lo seguían “tuvo compasión de ellos por que andaban como ovejas sin pastor y les dijo: oren al dueño de la Viña para que envíe trabajadores a ella”.

Sabemos que estamos en un cambio de época. Ya no hay seguridades, no hay certezas, no hay valores culturales y valóricos compartidos. Es el tiempo de la inmediatez, de lo desechable, del temor a un compromiso definitivo.

Pero sabemos que el Señor sigue llamando hoy como ayer. “No teman. Yo estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos”.

El Señor está llamando también hoy. Habrá que repetir con el Evangelio: “el que tenga oídos, que oiga”.

Quisiera, entonces, invitar a cada uno de ustedes y a sus comunidades a preguntarse ¿Qué puedo hacer yo para apoyar una pastoral vocacional en mi familia y en mi comunidad? ¿Cómo podemos colaborar con el Espíritu Santo para suscitar, acompañar, discernir una posible vocación a la vida consagrada en nuestro tiempo desafiante y complejo?

Espero que en los próximos meses nuestra Iglesia diocesana, que se prepara a celebrar el centenario de su fundación, pueda elaborar una propuesta de pastoral vocacional adecuada a nuestros tiempos.

Desde ya sabemos que el Señor quiere y espera nuestra oración de petición. “Pidan y se les dará” enseña Jesús. Más aún si se trata de pedirle servidores que sean otros Cristos en la tierra, que lleven anuncien su Reino con total dedicación, que lleven el pan de la Palabra y del pan de la Vida a los hermanos.

Estoy convencido que seremos capaces de orar y trabajar sin desfallecer para pedirle al Señor este don de la vocación de especial consagración al Dueño de la Viña. Él lo espera de nosotros. Esto es lo primero. Luego vendrán otras acciones necesarias e indispensables para suscitar estas vocaciones.

Les invito también a mirar e invocar a la Virgen María, la Madre de Dios y Madre de la Iglesia. Ella es el modelo de la respuesta fiel y generosa al llamado de Dios: he aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu Palabra.

Y por cierto invocar también a nuestros queridos santos, Teresita de los Andes, la enamorada de Jesús, al Padre Hurtado, el apóstol de Jesucristo y servidor de los pobres, y a Laurita, la mártir del amor a su madre.

Que ellos intercedan por esta Iglesia que los vio nacer y crecer en la fe, la esperanza y la caridad, y sean modelos de tantos jóvenes que quieran seguir al Señor en una vida de consagración.

Les bendice en este Mes de la solidaridad,

+Tomislav Koljatic

Obispo de Linares

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