Queridos hermanos y hermanas:
La profunda crisis social, política y moral que hemos vivido como sociedad en la última década, y que explotó con incontenible e irracional violencia en octubre del 2019, se comenzó a encauzar con “el Acuerdo por la Paz Social y la nueva Constitución” firmado por la amplia mayoría de los líderes políticos del país el 15 de noviembre de ese mismo año.
Allí se definió un camino constitucional que permitiera salvar la democracia y la paz con la participación de toda la ciudadanía a través de elecciones libres e informadas.
Debido a las dificultades impuestas por la pandemia del Coronavirus, la primera de esas elecciones solo se pudo realizar el 25 de octubre del 2020, para decidir si se debía cambiar la Constitución vigente o no.
Aprobado el cambio de la Constitución por una abrumadora mayoría del 80% en ese Plebiscito de entrada, el pueblo eligió, en mayo del 2021, una Comisión Constituyente de 155 miembros, que era paritaria, representativa y con escaños reservados para los pueblos originarios.
La Comisión Constituyente comenzó el 4 de julio del 2021 la tarea encomendada de redactar un nuevo texto constitucional. Al cabo de 12 meses de arduo trabajo, el texto fue entregado al Presidente de la República el 4 de julio del 2022.
Queda ahora por realizar el Plebiscito de salida el próximo 4 de septiembre en el cual los ciudadanos y ciudadanas, con votación obligatoria, deberán elegir si aprueban o rechazan el texto constitucional propuesto por la Convención Constituyente.
Ante esta nueva votación
Como vemos, ya quedan pocos días para esta trascendental votación en la cual se empieza a perfilar el camino de nuestra convivencia social, tan amenazada en la actualidad por una conjunción de gravísimos problemas tales como:
“la crisis migratoria, que es reflejo de un drama humano que nos interpela, el clima de violencia que se expresa en la delincuencia, el narcotráfico, la protesta social destructiva, en la convivencia escolar, en la situación de la Araucanía, y, en general, en un ambiente político crispado. …lamentablemente la violencia se vuelve un recurso habitual para expresar demandas y reclamos, perdiéndose el sentido de los límites y fracturándose la convivencia democrática. Prima la subjetividad de la propia mirada, con prescindencia del bien común” Declaración de los obispos, abril 2022.
Ahora, entonces, este el tiempo de la ciudadanía para leer el documento, informarse, reflexionar y elegir que opción votar, aprobar o rechazar el documento propuesto.
¿Qué dice la Iglesia?
La Iglesia, siguiendo la enseñanza del Maestro, enseña que cada persona debe votar en conciencia, esto es, según el juicio personal al que cada uno llega iluminado por el Evangelio.
La Iglesia nunca nos dice qué debo hacer en tal situación particular si no que me ayuda a discernir desde el Evangelio ¿Qué haría Cristo en mi lugar?
¿Qué está en juego?
Se debe votar un nuevo texto de la Constitución. Pero, ¿qué significa una Constitución?
En el diccionario se lee que Constitución es “la Ley fundamental de un Estado que define el régimen de derechos y libertades de los ciudadanos del país”.
Así entonces, la Constitución es la Ley más alta, la que regula todas las demás leyes del país, la que define los derechos y libertades de los ciudadanos, la define las reglas del juego democrático del país.
Dicen los expertos que una buena Constitución es aquella que define un sistema político que regule el acceso y el ejercicio del poder, favorezca la democracia, cuide de los contrapesos institucionales y la alternancia en el poder, la protección de las minorías, la libertad de las personas.
Por definición este Pacto Social debe contar con un amplio apoyo ciudadano de manera de garantizar la estabilidad social, el progreso y el bienestar general. Es lo que se ha llamado “la casa de todos”. La Constitución no es un campo de ensayos, de luchas partidistas, de ambigüedades que solo conllevan incertidumbres, temores y crisis sin fin.
¿De qué manera me ayuda la Iglesia a este discernimiento?
Pues bien, a partir de la Rerum Novarum de León XIII a fines del siglo 19, la Iglesia ha ido madurando algunos criterios que nos ayudan a elegir y discernir qué hacer en esas situaciones.
Es lo que llamamos la Doctrina Social de la Iglesia contenida en el Magisterio de los Papas y en el Concilio Vaticano II y que en breves palabras expondré a continuación.
La Doctrina Social de la Iglesia nos ilumina con aquellos principios y valores enseñados por Jesús, y que deberían estar a la base de este acuerdo o pacto social que favorezca entonces un proyecto estable y justo.
Principios y valores de la Doctrina Social de la iglesia
1.- La centralidad de la persona humana
El primero y fundamento de todos es la dignidad inviolable de la persona humana. El cuidado y la promoción del hombre y la mujer deben estar siempre en el centro de toda preocupación, antes que cualquier otra consideración económica, racial, ideológica, política, ecológica, etc.
El hombre y la mujer son imagen del Dios vivo de lo cual brotan su dignidad y sus derechos, que deben ser siempre protegidos y respetados.
De estas consideraciones brota la igual dignidad de todo ser humano. No pueden existir ciudadanos de primera y otros de segunda, ya sea por la raza, la salud, la edad, su modo de pensar, su religión, etc.
Todo lo anterior se plasma en lo que conocemos como el respeto de los Derechos Humanos, los cuales deben ser promovidos siempre como el fundamento del buen vivir. Recordemos que estos Derechos están inscritos en la naturaleza humana, y no dependen de una ley circunstancial.
Una buena Constitución debe velar por el respeto de estos valores, especialmente el del derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural, fundamento de todos los demás derechos.
2.- El principio del Bien Común
El Bien Común es “el conjunto de las condiciones de la vida social que hacen posible a las personas y sus asociaciones (familia, Iglesias, sindicatos, etc.) el logro más pleno de su propia perfección” Vaticano II. Si bien es cierto que todos los ciudadanos somos responsables de contribuir al Bien Común social, la Constitución y las leyes deben favorecer este principio social.
3.- El Principio del destino universal de los Bienes
Dios ha regalado la creación a todos sus hijos e hijas, sin distinciones, sin excluir ni privilegiar a ninguno. En este sentido una Constitución debe velar para que todos alcancen a participar de la mesa de la vida, sin exclusiones ni discriminaciones. En ese sentido, la propiedad privada es un derecho, pero no ilimitado o absoluto. Dependerá de las circunstancias y necesidades del Bien Común.
Aquí el Estado tiene un rol insustituible de asegurar mínimos de calidad de vida a cada ciudadano, con especial atención a los más pobres y desvalidos. El desafío es construir un sistema a partir desde las necesidades de los últimos de la sociedad, ya sea a través de un Estado subsidiario o un Estado Social de Derechos, o una síntesis de ambos.
4.- El principio de subsidiaridad
Este principio señala que las organizaciones de más alta jerarquía social (por ej. El Estado y sus instituciones) deben proteger y favorecer el desarrollo y accionar de las organizaciones de menor nivel agregativo, las llamadas de la sociedad civil (la familia, agrupaciones económicas, deportivas, culturales, educacionales, políticas, etc.)
En un sentido positivo significa que el Estado debe favorecer su funcionamiento desde las leyes, apoyos económicos, reconocimiento, etc. y en sentido negativo debe evitar aquello que ahogue la libertad, creatividad y autonomía de estas asociaciones intermedias.
5.- El Principio de la participación
La Constitución debe favorecer la libre participación de los ciudadanos como individuos o asociados en el mundo cultural, económico, político, religioso, etc.
Esto en definitiva se expresa en las formas democráticas conocidas y respetadas por todos, de manera de garantizar la libertad y participación en el sistema político que refleja la voluntad de las mayorías y respeta a las minorías. Esto nos protege de las dictaduras en cualquiera de sus formas.
6.- El Principio de la Solidaridad
Todo lo dicho hasta aquí se reúne y resume en el principio de la solidaridad, por la cual las personas, las asociaciones e instituciones, y el Estado mismo, se saben responsables del bienestar integral de todo individuo que forma parte de su comunidad humana. Este principio debería ser el eje transversal articulador de toda Constitución.
7.- Los valores fundamentales de la vida social
Estos valores sociales son inherentes a la dignidad de la persona humana y son:
La Verdad que nos libra de la arbitrariedad, del abuso, de la codicia.
La Libertad que preserva la posibilidad de ser lo que cada cual elige ser sin temores, amenazas o coacciones.
La Justicia que consiste en dar a cada cual lo que le corresponde. Es el punto de partida de la convivencia social.
La Caridad que es la viga maestra de la vida social que es la meta a alcanzar. El salir del propio interés para compartir con los otros lo que poseo y recibir de ellos también.
Hasta aquí el marco inspirador.
Cada uno debe discernir si este texto u otro cumple mejor con estos principios o valores que queremos custodiar y promover en la vida social.
Que nuestra Madre del Carmen, nos ilumine y acompañe una vez más en nuestro caminar para llegar a ser ese pueblo de hermanos “donde cada uno tenga pan, respeto y alegría”.
Les bendice,
+Tomislav Koljatic M.
Obispo de Linares