No son pocos los episodios que a lo largo de la historia han estado marcados por verdaderas guerras fratricidas entre creyentes. Los hombres y mujeres creyentes de diversas religiones no siempre hemos sido promotores de la paz y fraternidad universal. Lo mismo ha sucedido en el camino del anuncio de Cristo como, por ejemplo, en la evangelización de África, donde cristianos católicos y cristianos de otras iglesias se disputaban los territorios. Este ha sido un escándalo para la misma misión, como lo recordó el P. Juan Pablo II en la encíclica sobre el ecumenismo. Religiones e iglesias divididas no son buen testimonio de la fe en Dios.
El Papa Francisco recuerda la gran vocación de las religiones al servicio de la fraternidad y de la paz mundial: «Las distintas religiones, a partir de la valoración de cada persona humana como criatura llamada a ser hijo o hija de Dios, ofrecen un aporte valioso para la construcción de la fraternidad y para la defensa de la justicia en la sociedad» (FT 271). Esta vocación tiene como fundamento más profundo la confesión de la fe en Dios como un Padre común que nos hace hermanos. La enseñanza del Papa Francisco ha sido permanentemente reforzada por el testimonio que él mismo ha entregado encontrándose con líderes religiosos de las distintas religiones del mundo, buscando hacer un camino al servicio de la paz. En efecto, como lo recuerda al inicio de esta misma encíclica «Fratelli Tutti», ella brota, en parte, del encuentro con el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb, ocurrido en Abu Dabi en 2019. En ese encuentro, ambos líderes religiosos, escribieron el «Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común».
Francisco nos recuerda: «Desde nuestra experiencia de fe y desde la sabiduría que ha ido amasándose a lo largo de los siglos, aprendiendo también de nuestras muchas debilidades y caídas, los creyentes de las distintas religiones sabemos que hacer presente a Dios es un bien para nuestras sociedades. Buscar a Dios con corazón sincero, siempre que no lo empañemos con nuestros intereses ideológicos o instrumentales, nos ayuda a reconocernos compañeros de camino, verdaderamente hermanos. Creemos que “cuando, en nombre de una ideología, se quiere expulsar a Dios de la sociedad, se acaba por adorar ídolos, y enseguida el hombre se pierde, su dignidad es pisoteada, sus derechos violados”» (FT 274).
La misión se plantea aquí como un servicio a la búsqueda del sentido más trascendental del ser humano, creado a imagen de Dios. Cuando los creyentes dejamos de hablar de Dios, y la sociedad comienza a vivir sin referencia a Dios, nos volvemos unos, contra a otras y nos transformamos en nuestro propio peligro. El anuncio de un Dios que nos hace hermanos, que nos hace sentirnos que estamos en la misma barca, es uno de los servicios más grandes que podemos hacer las religiones al mundo actual y esto nos impulsa a profundizar en el diálogo interreligioso (entre creyentes de distintas religiones) y ecuménico (entre cristianos). P. Ronald Flores, párroco de San Alfonso en Cauquenes.