Queridos hermanos:
Como siempre, marzo nos empuja a volver a las tareas habituales del estudio, del trabajo, de la familia y de la pastoral.
Lamentablemente, como sabemos esto no podrá ser así, al menos tan rápido como quisiéramos.
Por un lado, la pandemia del COVID todavía nos tiene muy preocupados y amenazados. Hasta este momento no hay claridad de cuándo llegará ese momento en que el virus será parte de la vida cotidiana de la humanidad, siempre viva, pero bajo control, como otras enfermedades que nos acompañan desde hace ya mucho tiempo y que las hemos domesticado.
Esperamos que esta normalización sea pronto y le pedimos al Señor para que así sea, ya que la situación actual de restricciones sanitarias no da para más.
El costo en el desarrollo familiar, escolar, laboral, sicológico, económico humano y espiritual ha sido altísimo y todos estamos ya muy cansados por la pandemia. Al menos anhelamos que los niños y niñas puedan volver este mes a sus escuelas para encontrarse con sus compañeros y así poder jugar, aprender, compartir y orar juntos.
Por otro lado, la invasión militar de Rusia a Ucrania ha generado una crisis mundial como pocos eventos lo habían hecho en los últimos 50 años.
Es difícil prever el curso de los acontecimientos bélicos, aunque si es posible prever el dolor, la muerte y la destrucción que esta agresión militar traerá. El mundo vuelve a retroceder a etapas que parecían superadas en que los conflictos entre los estados ya no se superan por el diálogo, la diplomacia, los tratados si no por la ley del más fuerte, por la destrucción del enemigo, la opresión de pueblos invadidos por el que tiene el poder para hacerlo.
Esta terrible guerra cuestiona a la humanidad entera y especialmente a las democracias y los organismos internacionales que no son capaces de defender los Derechos Humanos y los Tratados internacionales, dejando impunes a los agresores. Más allá de la razón y el diálogo se impone que el fin justifica los medios, los que se fundan en la mentira, la amenaza y la violencia, y sus consecuencias de miles de muertes de civiles, destrucción y opresión a pueblos enteros.
No nos cansemos de hacer el bien
En este contexto mundial de temor, dolor e incertidumbre, el Papa Francisco nos invita a vivir la cuaresma con esta invitación tomada de San Pablo: “no nos cansemos de hacer el bien”.
Desde ya damos gracias a Dios por que este año la cuaresma ha comenzado en marzo. Esto nos ha permitido que en todas las parroquias hayamos podido celebrar el miércoles de cenizas recordando que “somos polvo y al polvo volveremos”, marcando así el comienzo de estos 40 días de mayor oración, caridad fraterna y austeridad de vida mirando a Jesús en la cruz.
En el Mensaje de Cuaresma 2022 el Papa nos dice: “La Cuaresma nos invita a la conversión, a cambiar de mentalidad, para que la verdad y la belleza de nuestra vida no radiquen tanto en el poseer cuanto en el dar, no estén tanto en el acumular cuanto en sembrar el bien y compartir”.
Y agrega: “No nos cansemos de orar. Jesús nos ha enseñado que es necesario «orar siempre sin desanimarse» (Lc 18,1). Necesitamos orar porque necesitamos a Dios. Pensar que nos bastamos a nosotros mismos es una ilusión peligrosa. Con la pandemia hemos palpado nuestra fragilidad personal y social… nadie se salva sin Dios, porque solo el misterio pascual de Jesucristo nos concede vencer las oscuras aguas de la muerte”.
“No nos cansemos de extirpar el mal de nuestra vida. Que el ayuno corporal que la Iglesia nos pide en Cuaresma fortalezca nuestro espíritu para la lucha contra el pecado. No nos cansemos de pedir perdón en el sacramento de la Penitencia y la Reconciliación, sabiendo que Dios nunca se cansa de perdonar”.
No nos cansemos de hacer el bien en la caridad activa hacia el prójimo. Durante esta Cuaresma practiquemos la limosna, dando con alegría (cf. 2 Co 9,7). Cuaresma es un tiempo propicio para buscar —y no evitar— a quien está necesitado; para llamar —y no ignorar— a quien desea ser escuchado y recibir una buena palabra; para visitar —y no abandonar— a quien sufre la soledad. Pongamos en práctica el llamado a hacer el bien a todos, tomándonos tiempo para amar a los más pequeños e indefensos, a los abandonados y despreciados, a quienes son discriminados y marginados (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 193).
En este tiempo de conversión, apoyándonos en la gracia de Dios y en la comunión de la Iglesia, no nos cansemos de sembrar el bien. El ayuno prepara el terreno, la oración riega, la caridad fecunda”.
Sigamos orando por la paz del mundo invocando a María, Reina de la Paz, y a su esposo San José, que celebraremos este 19 de marzo, para que nos enseñe a ser hombres y mujeres de oración, de caridad y de dominio de sí, para poder vivir esta cuaresma como la mejor de nuestra vida.
Les bendice,
+Tomislav Koljatic M
Obispo de Linares.
A la Virgen María, Reina de la Paz, nos dirigimos: “Bajo tu amparo nos acogemos. Santa Madre de Dios.
No desoigas las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades. Antes bien, líbranos de todo peligro.
¡Oh! Virgen Gloriosa y Bendita”