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Hacia una Iglesia samaritana: La misión como servicio a la sociedad (Fratelli Tutti Cap. II)

Uno de los temas que más se ha reflexionado en el ámbito misionero es el objetivo de la misión. Se han dado varias respuestas a esta interrogante: en un tiempo se decía que era la propagación de la fe, en otra la creación de comunidades o la conversión de las personas a Cristo. Todas ellas son parte del objetivo de la misión, pero si nos centramos en la predicación de Jesús, centrada en el Reino, podemos decir que la misión es un servicio transformador de la sociedad desde el Evangelio. En este sentido, el camino a ser una Iglesia samaritana está en el corazón de la conversión misionera de la cada comunidad cristiana.

El Papa Francisco, en Fratelli tutti, ocupa la parábola del Buen Samaritano como texto inspirador y en el cap. II nos habla del extraño en el camino y nos invita a mirar y comprometernos con los hermanos y hermanas que han sido asaltados y han quedado a la orilla del camino. El Papa Francisco nos señala: «ver alguien sufriendo nos molesta, nos perturba, porque no queremos perder nuestro tiempo por culpa de los problemas ajenos. Estos son síntomas de una sociedad enferma, porque busca construirse a espaldas del dolor» (FT 65). Si esto nos sucede como comunidades cristianas es mucho más grave, pues seguimos a Jesús, aquel que asumió en su propia carne todo el dolor humano. 

Posteriormente, el Papa nos invita a mirar el modelo del buen samaritano: «hemos sido hechos para la plenitud que sólo se alcanza en el amor. No es una opción posible vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede “a un costado de la vida”. Esto nos debe indignar, hasta hacernos bajar de nuestra serenidad para alterarnos por el sufrimiento humano. Eso es dignidad» (FT 68). La Iglesia samaritana es una Iglesia que se ha de indignar ante la injusticia, y salir de las propias zonas de confort y comodidad para curar las heridas de tantas personas que hoy están a la orilla de nuestros propios caminos. «Todos tenemos responsabilidad sobre el herido que es el pueblo mismo y todos los pueblos de la tierra. Cuidemos la fragilidad de cada hombre, de cada mujer, de cada niño y de cada anciano, con esa actitud solidaria y atenta, la actitud de proximidad del buen samaritano» (FT 79).

La misión de cada comunidad cristiana es reconocer en su propio territorio o ambiente quienes son esos asaltados a la orilla del camino, para que una vez reconocidos puedan detenerse y bajar de su caballo (la tranquilidad del templo o capilla) para curar las heridas del hermano o hermana que sufre. Así cumplimos nuestra misión. 

Pbro. Ronald Flores Soto. 

Sacerdote Redentorista. Párroco San Alfonso Cauquenes.

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