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Aunque no está aún en el diccionario, la mayoría de nosotros usamos habitualmente el término resetear.

De la mano de la tecnología, se ha introducido esta palabra para decir que algo necesita ser apagado y encendido de nuevo para que normalice su funcionamiento, después de haber sufrido un desperfecto que no lo dejaba trabajar bien. 

Y si nos permitimos usar esta comparación, podemos decir que todos estamos entrando en un tiempo de reseteo en la vida personal, familiar, eclesial, escolar y laboral.  

A Dios gracias la epidemia del coronavirus ha bajado en intensidad y eso nos permite soñar que en este segundo semestre tendremos la oportunidad de retomar de manera creciente muchas de las actividades que estaban en pausa.  

Es oportuno recordar en este sentido la fuerte expresión del Papa Francisco que nos ha dicho que “de la pandemia nadie va a salir igual. O mejor o peor, pero nunca iguales que antes”. 

Es por ello que les invito a que reflexionemos personal y comunitariamente para ver cómo estoy, qué ha pasado en mí y en mi entorno por efecto de la pandemia, qué ha cambiado en mi vida y cómo me proyecto hacia adelante. 

En una palabra, ¿cómo veo que voy a resetear mi vida post pandemia?

1.- ¿Qué ha ocurrido en mí vida personal y familiar?

La primera reflexión es la más personal.

Qué pasó en mi vida por la pandemia, con los temores, el encierro, la enfermedad, la pérdida del trabajo. A lo mejor perdí a un ser querido muy cercano (papá, mamá, hermano, hijo, etc.) que incluso no pude acompañarlo como quería hacerlo en la despedida.  ¿Cómo me afecto todo esto?

Qué pasó en mi vida familiar, en el compartir diario, en el trato, en las dificultades y ¿cómo las resolvimos en mi familia? Muchos han dejado de ver a sus seres queridos por meses por las restricciones sanitarias. ¿Cómo restablezco estos vínculos tan importantes para vivir una vida más plena?

2.- ¿Qué ha ocurrido en mi vida laboral?

Qué pasó en mi entorno laboral. Millones han perdido sus trabajos y fuentes de ingresos. Muchos han experimentado mayores necesidades económicas, enfermedades, estrecheces económicas. ¿Cómo se ve el futuro cercano en esta dimensión tan esencial para una vida digna y satisfactoria?

Para los que han podido trabajar a distancia vía online, ¿cómo afectó esto mi salud síquica y emocional? ¿Cómo será mi trabajo en el futuro?

Lo mismo se puede decir aquí para los niños y jóvenes que han tenido que estar más de un año sin clases presenciales y estudiando de manera virtual. 

¿Qué ha significado esto en sus vidas, en el crecimiento emocional, físico, afectivo, intelectual? ¿Cómo creemos que será la educación en el futuro cercano?

3.- ¿Qué ha ocurrido en mi vida de fe?

Junto a esta revisión de mis vínculos familiares, estudiantiles y laborales, corresponde revisar el fundamento de todo.

¿Qué ha ocurrido en mi vida de fe en estos meses en que los templos han estado cerrados y no he podido asistir a la Misa, a las obras de caridad, a las catequesis, a las actividades sociales, de formación, etc.?

Es cierto que la tecnología nos ha dado una mano providencial para poder seguir trabajando, aprendiendo, encontrándonos y también orando y participando de la Eucaristía dominical a través de una pantalla. 

A golpes todos tuvimos que subirnos al carro de la computación y lo que parecía imposible ahora forma parte de nuestra vida cotidiana. De hecho, la pastoral también ha podido seguir desarrollándose a través de las redes.

En este sentido, muchas parroquias han respondido al desafío del momento y ya es normal que la Misa dominical se transmite por Facebook y otras plataformas y son miles los que las siguen, a Dios gracias. Esto es una bendición que llegó para quedarse.

Pero en el fondo de mi ser, sabemos que la fe necesita de alimentarse con el encuentro personal con Dios en la oración y con los hermanos. 

Si algo va a necesitar un reseteo en mi vida, es esta dimensión de la vivencia de la fe comunitaria y presencial. De a poco los templos empiezan a retomar sus Eucaristías diarias y dominicales, y tenderemos que volver a descubrir el valor inigualable de participar de la Cena del Señor presencialmente. Y así con todas las otras dimensiones sacramentales y de la vida pastoral, la caridad, los grupos de Adultos mayores, el Consejo Parroquial, las catequesis, etc.

4.- Como parte del Pueblo de Dios, ¿cómo creo que cambiará la vida de mi Iglesia?

De la mano de la reflexión anterior debemos preguntarnos qué cambiará en la vida parroquial post pandemia. Esta pregunta requiere de un discernimiento comunitario muy urgente para todos nosotros. 

La vida parroquial no puede volver a ser la misma que era antes de la pandemia. El mundo cambio, el contexto ha cambiado, la vida pastoral deberá cambiar. De qué manera, hacia donde ir, es la reflexión que debemos asumir entre todos con la ayuda del Espíritu Santo. 

De alguna manera la Asamblea Eclesial Latinoamericana y del Caribe a celebrarse en Ciudad de México en noviembre de este año tiene como foco asumir estas preguntas y desafío. La participación en la Encuesta online es una manera de entrar en este camino sinodal de discernimiento eclesial que tanto necesitamos. 

En particular nosotros en la diócesis estamos a la espera de comenzar un camino de discernimiento sobre cómo deben ser las catequesis en la Iglesia a la luz del cambio de época y tecnológico. 

Es lo que hemos llamado el Año de la Catequesis diocesano.

Se trata de partir de nuestra propia experiencia diocesana en la catequesis de las últimas décadas que iluminada por la renovación que nos entrega el nuevo Directorio de la Catequesis y los cambios señalados, nos hagamos la pregunta ¿Qué debe mantenerse?, ¿qué debe cambiar?, ¿cómo debemos entregar la enseñanza de Jesús en este nuevo contexto eclesial y cultural?

Es un enorme desafío pero que asumimos con toda confianza en el Señor y su Espíritu. 

Queridos hermanos:

Estas son algunas de las preguntas que debemos hacernos para discernir lo que el Señor me quiere pedir y enseñar a través de la pandemia. 

Podré salir mejor o peor, pero no igual. ¿En qué he cambiado?

Y también deberé revisar si estoy consciente de que de esta emergencia sanitaria, social y cultural solo podremos salir juntos ya que “nadie se salva solo”. ¿Le he tomado el peso a esta afirmación? ¿Es verdad para mí?

Que el Señor les colme de bendición y permanezcamos unidos en la oración junto a María, implorando el don del Espíritu Santo que guía a la Iglesia. 

Les bendice con gratitud y afecto, 

+Tomislav Koljatic

Obispo 

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