Queridos hermanos y hermanas:
Este mes de abril ha sido enteramente diferente a lo que esperábamos.
En razón de la pandemia no hemos podido celebrar nuestra fe presencialmente. No pudimos bendecir los Ramos, ni celebrar la Misa Crismal, ni la institución de la Eucaristía, ni la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. No hemos podido participar de la Misa de Resurrección ni comulgar, ni recibir el sacramento del perdón como lo hacemos año tras año por Pascua.
Ciertamente esto nos ha dolido y confundido.
Pero, por otra parte, la cuarentena obligatoria nos ha regalado unos días inesperados en que hemos tenido tiempo para aquellas cosas que son las importantes: compartir en familia, conversar, rezar juntos, leer la Palabra de Dios, participar de los oficios religiosos a través de la TV, radio o medios digitales, etc.
Así entonces, “hemos enfrentado la vida como viene” como le gusta repetir al Papa Francisco y hemos respondido desde nuestra realidad a los desafíos que tenemos delante de nosotros.
Miramos hacia adelante en este año 2021.
Por ahora no podremos tener el inicio del año pastoral que siempre ha sido en abril (el Encuentro de Agentes Pastorales, EDAP) ni tampoco reuniones presenciales de los consejos pastorales parroquiales, decanales y de las áreas de la pastoral.
Tampoco ha sido posible realizar las elecciones de alcaldes, concejales, gobernadores ni constituyentes, un eslabón fundamental en la vida democrática del país.
Pero la vida continua y nosotros debemos ver también en esto una oportunidad de crecimiento y de creatividad.
En la espera de poder normalizar, aunque sea en parte las actividades presenciales, incluidas las Misas dominicales, las catequesis y formación, y las obras de misericordia, les invito a seguir trabajando en la misión que el Señor nos encomienda con renovada fuerza y esperanza.
En la huella de estos días de Semana Santa vividos, les comparto algunas reflexiones que nos puedan ayudar en este empeño. Me apoyo en una ponencia que nos entregó el P. Juan Pérez, párroco del Niño Jesús de Villa Alegre, en días pasados al clero de la diócesis.
1.- Dios se manifiesta en nuestra historia con el realismo de la Encarnación.
“El Verbo de Dios se hizo hombre en el seno virginal de María por obra del Espíritu Santo, en todo igual a nosotros, menos en el pecado”.
Esta definición de la fe la debemos comprender en todo su realismo y exigencia. El Padre Dios no le privó a su Hijo el padecer humillaciones, angustias, tinieblas interiores e incluso la muerte y muerte de cruz.
Jesús entró en nuestra historia hasta lo más profundo de ella, la asumió y la vivió en plena fidelidad a su misión, a pesar de las dificultades de sus enemigos y las traiciones de sus amigos. Nada lo detuvo en su misión, dándonos ejemplo a nosotros sus discípulos. Lo que no se asume, no se redime dice la máxima teológica.
Fue en este camino concreto de su historia personal que Jesús pudo demostrar su amor incondicional al Padre Dios, en la obediencia y fidelidad plena al camino de cruz que lleva a la resurrección para bien nuestro.
Así también nosotros estamos llamados a caminar en medio de las pruebas de la vida, sea la pandemia, los problemas económicos, las dificultades de la existencia, en confianza y fidelidad a los designios de Dios.
La fe no es una varita mágica que elimina los problemas o los atenúa o disuelve, si no que nos fortalece para enfrentar las dificultades Jesús, como San José, con una valentía creativa (Patris Corde 5).
Así también nosotros, cada uno en su lugar y vocación, debemos asumir la historia real que nos toca vivir, sin excusas ni lamentos inútiles e infecundos. A ejemplo del Señor, entramos en la historia real de cada día y la vivimos desde la fe, esperanza y caridad cristiana.
2.- La experiencia de la Cruz.
El camino de Jesús es camino de cruz, dolorosa, ignominiosa pero gloriosa también. No es posible ser cristianos sin asumir la cruz de cada día. “El que quiera ser mi discípulo tome su cruz cada día”.
La gran tentación del demonio al Señor en el desierto y en la agonía del Huerto de los Olivos fue el de abandonar el camino de la Cruz.
Así también nosotros somos tentados una y otra vez por el demonio para abandonar este camino de cruz “para seguir nuestro camino amplio, cómodo y espacioso, pero que no conduce a la vida”.
En medio de la pandemia, debemos asumir nuestra propia cruz como camino de salvación.
Los de la “primera línea” (personal médico y de apoyo en hospitales, residencias, etc.) y los de la “segunda línea” (los que no aparecen en los diarios ni en las noticias, pero sin los cuales no sería posible la vida diaria, Francisco) estamos llamados a caminar cargando con la cruz de cada día, ofreciendo a Dios con amor cada momento, cada renuncia, cada sacrificio que realizamos en el servicio a los hermanos.
3.- El fruto de la pandemia. Una nueva manera de vivir.
El papa Francisco ha dicho que “peor que la pandemia misma es que esta no nos haga cambiar en nada después de ella”. Y tiene toda la razón.
No podemos volver a la antigua manera de vivir como si nada hubiera pasado y nada hubiéramos aprendido. Ahí sí que esta habría sido un dolor inútil para la humanidad.
La pandemia puede y debe ser una gran oportunidad para ver nuestra vida con los ojos de Jesús, de superar los egoísmos e individualismos tan característicos de nuestro tiempo.
El nadie se salva solo, que se hizo tan famoso en estos días, (me cuido para cuidarte a ti y viceversa) se debe proyectar en nuevas formas de fraternidad y de cuidado de la casa común.
La pandemia podrá ser también una bendición de Dios si nos permite convertirnos, cambiar nuestra manera de vivir, de abrir el corazón al hermano y darme cuenta de que nadie se salva solo, todo está relacionado, todos somos necesarios.
Por ello es que te invito a reflexionar cuál es el aprendizaje de este tiempo de pandemia para tu vida personal y comunitario.
No está aquí, ¡¡ha resucitado!! Mt 28,6
Con estas palabras el Ángel les anuncia a las mujeres en el amanecer del domingo de Pascua la gran noticia de la historia: ¡Cristo ha vencido a la muerte y al pecado! Y en Él nosotros tenemos parte en su triunfo y con Él caminamos hacia la plenitud de la Vida.
Así entonces, los cristianos ya no miramos la vida como los que no tiene fe si no con la certeza de que el Cristo tendremos vida y vida eterna, en Él nuestro dolor y nuestras fatigas encuentran el verdadero sentido.
Caminamos en la Luz y en la esperanza de quien es el vencedor de la Historia, de quien rige nuestros pasos por sendas de amor y bien y que ciertamente nos guiar en este tiempo de prueba y dolor de la pandemia.
Les bendice con cariño en la alegría de la Resurrección,
+Tomislav Koljatic M.