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Recién hemos vivido nuestra semana santa 2021 con la celebración del Domingo de Ramos, una semana santa aún marcada por la pandemia – la segunda celebrada en esta situación-. 

A partir del año pasado marcado por lo que hemos llamado crisis sanitaria y social, nos hemos visto desafiados enormemente por estos acontecimientos históricos. 

Aquello nos recuerda que nuestra mirada judeocristiana de la realidad y que nuestra propia experiencia de fe: es histórica. En efecto, los cristianos vivimos convencidos de que, en esta última (la historia), descubrimos los llamados de Dios y experimentamos del mismo modo la compañía de nuestro Señor. Desafíos y compañía son los que, por lo pronto, experimentamos en el aquí y el ahora.

Nos preguntamos entonces: En este 2021, conforme a lo dicho anteriormente, ¿cómo vivir esta semana santa? 

En este sentido nos parece importante recordar la relevancia de una experiencia común, me refiero a la experiencia familiar. Dicha experiencia común a todo ser humano -y por supuesto a todo cristiano- ha sido definida por la comunidad eclesial como “Iglesia doméstica”. 

Y claro, es en el hogar, en el más amplio sentido de este concepto y experiencia, donde aprendemos a creer, donde recibimos – o se nos transmite- el don de la fe, allí la vivimos en el amor a Dios y a los demás.  

Desde esta perspectiva, pensamos que en estos años 2020-2021, la Iglesia doméstica (la iglesia de la casa), ha recobrado una validez y una valoración inigualable, desafiándonos a transmitir y a celebrar a nuestra fe con creatividad, con un profundo sentido de pertenencia eclesial y con un profundo sentido espiritual. 

Aquello espiritual de nuestra existencia cristiana que dice relación al don del resucitado, al Espíritu Santo, que hace presente a Cristo, por un lado y que, por otro, nos impulsa a superar las distancias físicas, las limitaciones del espacio y del tiempo, para que a través de distintos medios podamos celebrar nuestra fe en comunión universal. No cabe duda de que es el Espíritu Santo el que actúa la unidad, la comunión y la universalidad en la Iglesia.

Dicho lo anterior, creemos que en esta semana santa 2021 podríamos acoger el llamado creativo a redescubrir el valor del hogar, el valor de vivir juntos, el valor y la necesidad de transmitir y celebrar nuestra fe en medio de una rica comunión familiar. 

Pensamos que la imposibilidad de celebrar la fe presencialmente en nuestros templos – con toda razón dadas las condiciones sanitarias actuales-, nos urge hoy más que nunca, a celebrar la Pascua del Señor en la intimidad de nuestros hogares, sin por ello menoscabar la profunda y necesaria comunión física y espiritual con toda la Iglesia.   

En la calidez afectiva y creyente de nuestros hogares podremos en estos días, por ejemplo, rezar con los evangelios que nos relatan la Pasión del Señor (en sus capítulos finales), leerlos, meditarlos y comentarlos juntos en oración, como lo hacían las primeras familias cristianas (Cf. Hechos 2, 42-47), uniéndonos al Señor Jesús que nos ama hasta el extremo, al señor que nos invita en este tiempo de pandemia a profundizar desde otras perspectivas y experiencias el valor siempre actual de la comunión eclesial y de su compañía hasta el fin de los tiempos.    

P. Juan S. Pérez Núñez

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